Agricultura Climáticamente Inteligente en arroz: transición hacia una producción sostenible y con menos emisiones de metano

Agricultura Climáticamente Inteligente en arroz: transición hacia una producción sostenible y con menos emisiones de metano

Agricultura Climáticamente Inteligente en arroz es la propuesta que impulsan el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP) y Corpnoarroz, en un esfuerzo conjunto por aplicar prácticas agroecológicas que disminuyan el impacto ambiental del cultivo de arroz.

Durante una visita a la Hacienda Casa Blanca, en Palestina, provincia del Guayas, conocimos las parcelas demostrativas con la variedad INIAP FL Élite, donde se prueba un nuevo enfoque hacia la sostenibilidad y la reducción de emisiones de metano.

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En el marco de este proyecto, conversamos con Ricardo Robayo, consultor agrícola del IICA, quien explicó que el manejo agroecológico implementado en estas parcelas incluyó la preparación del terreno con rotavator, el uso de semilla certificada INIAP FL Élite, y un trasplante mecanizado con distanciamientos específicos (30×28 y 30×20) que favorecen el macollamiento y el desarrollo radicular del cultivo.

Robayo destacó la importancia del monitoreo constante de plagas, donde se priorizó el uso de insecticidas de baja toxicidad, además de una fertilización combinada (nitrogenada, potásica y con abonos orgánicos aplicados por dron), complementada con riego eficiente adaptado a la temporada lluviosa.

“Actualmente, con el cambio climático y la contaminación ambiental, este tipo de manejo agroecológico se recomienda para todos los arroceros. No solo es más amigable con el medio ambiente, también mejora la trazabilidad y reduce residuos químicos en el producto final”, señaló Robayo.

Midiendo el impacto ambiental del arroz: Metodologías prácticas para calcular y reducir emisiones de metano en el cultivo

Por su parte, Iván Samaniego, investigador agropecuario del INIAP y responsable del laboratorio en la Estación Santa Catalina, en Quito, subrayó que el proyecto también evalúa las emisiones de gases de efecto invernadero en el arroz, particularmente el metano.

Samaniego explica que durante el ciclo del cultivo de arroz, tradicionalmente se trabaja con campos inundados, manteniendo una lámina constante de agua sobre el suelo. En estas condiciones, la materia orgánica presente se descompone por acción de bacterias metanogénicas, generando gas metano (CH₄), un potente gas de efecto invernadero.

Al liberarse a la atmósfera, el metano altera su composición natural, contribuyendo directamente al cambio climático. Esta alteración se traduce en fenómenos como el aumento de la temperatura, variaciones en los patrones de lluvia y una percepción generalizada entre los agricultores de que “el clima está cambiando” indicó.

Como respuesta a esta problemática, el INIAP desarrolló una metodología práctica para calcular las emisiones de metano a lo largo del ciclo del arroz. Esta evaluación permite estimar, en kilogramos por hectárea, cuántos gases se generan durante la producción.

Además de implementar prácticas agroecológicas, este enfoque permite conocer la huella de carbono del cultivo y, a partir de ello, aplicar estrategias que reduzcan las emisiones.

Entre estas estrategias se incluyen el manejo adecuado de la lámina de agua y una fertilización precisa, lo que permite diseñar tratamientos más sostenibles para el agricultor y el ambiente.

Mediante el uso de cámaras estáticas y análisis en un cromatógrafo de gases, el equipo del INIAP ha podido determinar el flujo de metano por hectárea y comparar parcelas manejadas con prácticas tradicionales frente a otras con prácticas agroecológicas.

Además, esta iniciativa busca establecer factores de emisión propios del país, una herramienta fundamental para reportar avances en mitigación climática y acceder a mercados internacionales que exigen producción con baja huella de carbono.

Iván Samaniego concluyó que la agricultura climáticamente inteligente no solo es una estrategia frente al cambio climático, sino una necesidad global que impulsa a los países a transformar sus sistemas productivos con prácticas como labranza reducida, correcta fertilización y manejo eficiente del agua.

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