El rol que juega la mujer rural en garantizar la seguridad alimentaria de la sociedad es cada vez más importante. Según datos de la ONU, un cuarto de la población mundial está constituida por mujeres rurales, de las cuales el 43% trabaja en la agricultura. En promedio, solo el 16% de las explotaciones agrícolas de América Latina están encabezadas por mujeres, es decir: un total de 2,6 millones de productoras en la región.
Las mujeres cultivan, procesan, transportan y distribuyen la comida que consume no solo su familia, sino la sociedad en general. También se ocupan de la crianza, la compra y la preparación de alimentos nutritivos. Sin embargo, hoy se ven desproporcionadamente afectadas por la pobreza, la exclusión y los efectos del cambio climático y ambiental.
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Por eso, con motivo del Día Internacional de la Mujer Rural, que se celebró el pasado 15 de octubre, se convierte en una gran oportunidad para reconocer su aporte a la erradicación del hambre y nos invita a reflexionar sobre cómo mejorar su acceso al conocimiento, la tierra, el crédito y las nuevas tecnologías.
Un estudio de la FAO sugiere que, si las mujeres tuvieran el mismo acceso a recursos productivos que los hombres, la producción de sus fincas aumentaría del 20% al 30%. Esto, a su vez, incrementaría el rendimiento agrícola de los países en desarrollo en un 2.5%-4% y disminuiría el número de personas con hambre en un 12%.
Sin embargo, una investigación del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) reveló que gran parte de las mujeres rurales participa en un tipo de agricultura familiar, que se da como una extensión del trabajo doméstico y generalmente no es remunerado. Esto se debe en parte a una subestimación de su labor, a raíz de la discriminación que históricamente han tenido que enfrentar.
En nuestro país, el rol de la mujer trasciende dentro de las unidades agrícolas familiares, no sólo por la producción de bienes agrícolas, conservación de agrobiodiversidad, crianza de animales menores y aves de corral, sino por el aporte que realizan en otros procesos productivos, adicional al trabajo doméstico que día a día estamos produciendo para alimentar a las familias, a los hombres que salen a trabajar temprano en las huertas, y hacer llegar los productos que salen de la tierra al mercado, asegura Yrma Domínguez Mero, gerente de la Asociación de Mujeres Comunitarias del Cantón Tosagua (AMUCOMT).
Según, Yrma Dominguez, empíricamente, las mujeres son actoras importantes que dan valor agregado al proceso agrícola. Además, su rol tiene una conexión más cercana con la tierra, puesto que «el vientre de una mujer, es similar a la tierra». Se compara con la relación de nuestros comportamientos en cuerpo y alma que se ven reflejados en el resultado final que nos arroja la tierra. Un caso real, la fertilidad e infertilidad de ambas.
Según, Carmen Galarza, gerente del Programa Mundial de Alimentos mencionó que “históricamente la agricultura ha sido el principal medio de subsistencia de las y los ecuatorianos, pues está empleando alrededor del 28.5 % de la población económicamente activa, al referirnos en el área rural emplea el 68.5%.
Lo cierto es que las mujeres rurales hacen parte del sistema productivo y contribuyen tanto a sus hogares como a la economía del país. Por eso, el empoderamiento y la visibilidad de las iniciativas que ellas impulsan son fundamentales para hacer realidad la visión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Sin su participación y mano de obra no hay un mañana para la agricultura. Ahora, es tarea del Gobierno, la sociedad civil, la industria de alimentos y las empresas del sector, conseguir que se escuche su voz y asegurar el cumplimiento de los compromisos de la Agenda 2030 en materia de igualdad de género.
Promovemos la inclusión y desarrollamos la autonomía económica de las mujeres rurales, con soluciones sostenibles para la nutrición de cultivos. En 2020, seguiremos destacando su labor mediante el Programa Yara Champion, que reconoce su esfuerzo por aumentar la productividad, mejorar la calidad de su cosecha y elevar su rentabilidad. Así fortalecemos sus capacidades y aseguramos el futuro del agro.
Por: Chrystel Monthean, directora de Yara para América Latina.
FOTO: Cortesía MAG