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Rescatando al soldado poncho

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El 8 de diciembre de 1994, en un patrullaje aéreo llevado a cabo por el entonces Mayor del Ejército Peruano, Alfonso Saldarriaga Barrientos (un orgulloso hijo de Máncora cuyo nombre de combate es PONCHO), se detectó una invasión en la selva virgen de territorio peruano, en lo que después se conoció como el Falso Tiwintza. Así comenzó la Guerra del Alto Cenepa. Dos meses después, el 23 de febrero en pleno conflicto, el mayor Saldarriaga con sus 4 tripulantes a bordo del legendario helicóptero EP-581, encontraron a los dos sobrevivientes de una nave similar, abatida por fuego enemigo en inmediaciones del río Tatangosa, ante las condiciones meteorológicas más adversas y expuestos a ser atacados. Eran el técnico Pedro Pasapera y el suboficial José Mosquera.

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A los pocos días, el 27 de febrero de 1995, la épica dotación del EP-581, al regresar de su última misión de combate durante la guerra, conoce de una nueva aeronave desaparecida en cercanías de Ampama, al mando del comandante Francisco González Torres. Sin dudarlo, estos valerosos militares decidieron ir a la búsqueda en su helicóptero sin blindaje, careciendo de radio ayudas, sin GPS, de noche y con los peligros propios de la conflagración. Bajo estas circunstancias y arriesgando sus vidas, el mayor Saldarriaga y sus 4 gladiadores rescataron al oficial con el rostro destrozado y ahogándose en su propia sangre, necesitado de urgente atención médica. Concluyeron la hazaña con éxito al aterrizar en la base Ciro Alegría. Habían cumplido más allá del deber. “Fue la misión más peligrosa, importante y satisfactoria de toda mi vida como piloto de combate. Hay que estar preparados siempre, siempre”, me confesaría este arquetipo de guerrero.

El heroísmo implica poner primero a los demás, aun cuando esté en riesgo uno mismo. Es exponer o sacrificar la propia vida por una causa o un ideal. Muy pocas personas llegan a hacerlo y muchas veces, como suele pasar en el Perú, son abandonados y no reconocidos. El afamado escritor español, reportero en conflictos armados, Arturo Pérez-Reverte dijo de ellos: “Los he visto pasar muchas veces camino del olvido o del cementerio, sin dejar atrás más que un redoble de tambores que sólo escuchan ellos”.

En una sociedad que desdeña los valores y en la que prosperan personajes indeseables, negativos e inútiles que la minan y socavan, héroes como Alfonso Saldarriaga Barrientos y los centenares de peruanos que han ofrendado sus vidas para que tengamos la soberanía y libertad que hoy damos por sentadas, son a menudo ignorados. ¿El Ministerio de Educación se interesa por hacer conocer a niños y adolescentes las glorias de estos prohombres?, ¿algún cineasta se ha preocupado de inmortalizar estas gestas singulares?, ¿las empresas, que muchas veces se quejan de falta de estabilidad nacional, se disputan auspiciar eventos que conmemoren estas proezas?, ¿pensamos en Dios y en el soldado cuando no estamos en peligro?, ¿las propias Fuerzas Armadas han sido diligentes en reconocer méritos a los defensores de la Patria? Me temo muchos NO como respuesta.

A 27 años del Conflicto del Cenepa, rindamos homenaje a los valerosos 70 compatriotas caídos en combate y a los 7 desaparecidos, gracias a cuya inmolación fuimos vencedores de la contienda, lo que forjó el definitivo y fructífero Acuerdo de Paz de Brasilia. Rescatemos a PONCHO y a todos nuestros héroes, soldados desconocidos de un ingrato país que debe dejar de serlo. Como dijo Cicerón: Si queremos gozar la paz, debemos velar bien las armas.

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