¡Basta de robar, carajo! Y ¡Basta también de la desidia e ineptitud de quienes siempre cobran su sueldo a fin de mes, aunque no resuelvan nada!
Los sucesivos desastres producidos en el Perú por terremotos, guerras, fenómenos “El Niño”, friajes y enfermedades; generalmente han sido atendidos solo parcialmente, a pesar de haberse destinado grandes sumas de dinero del tesoro público y de préstamos internacionales. Canallas y traidores que lucran a costa del Estado ante tragedias nacionales, sobran en nuestra historia republicana.
La constante ha sido dilapidar los recursos del Estado, para atender la codicia de gobernantes y ayayeros palaciegos, quienes no solo han sido vulgares timadores, sino también ineptos administradores.
Nuestros mandatarios carecieron de honestidad y eficiencia hasta en la “época de oro” del guano, entre 1840 y 1870, a la que Jorge Basadre llamaba de “prosperidad falaz”, cuando recibimos más ingresos y préstamos que el resto de América Latina.
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Contrariamente, llegamos a 1879 en bancarrota y con rencillas internas para sucumbir en la infausta Guerra del Pacífico, durante la que también hubo caudillos que asaltaron las precarias arcas del Estado.
La bonanza del presente siglo generó contrataciones de grandes obras, no siempre necesarias, pero casi todas digitadas y sobrevaloradas. Odebrecht es el emblema a gran escala de este periodo de inmundicia.
Obviamente, los gobiernos interesados en prebendas astronómicas, no se preocuparon por asuntos sanitarios y llegamos a esta pandemia con niveles de inversión de 2.2% del PBI en salud pública. Ha sido el periodo en el que se presentó la más estable coyuntura económica de la república; sin embargo, se suscitaron grandes hechos de corrupción, que provocaron el procesamiento judicial de 4 expresidentes, así como de numerosos ministros y funcionarios estatales. Y faltan caer más peces gordos.
En los últimos meses hemos sido testigos de una vil tradición: robarle a la Nación en épocas de grave riesgo.
A pesar de la gran cantidad de fondos destinados a enfrentar la pandemia, se roba a todo nivel. Se han presentado denuncias de compras fraudulentas, que han puesto fuera del cargo a un ministro y dos comandantes generales de la Policía.
El tan cotorreado bono no termina de repartirse ni en su primera etapa, y no incluye a decenas de miles de pobres. Centenares de pescadores artesanales no han recibido asistencia ni créditos ofrecidos por el Estado, para el que parecen no existir.
Qaly Warma y municipios compran a precios muy altos, conservas de pescado de pésima calidad, a intermediarios que se abastecen de dudosas plantas procesadoras. Los hospitales siguen desabastecidos hasta de los implementos que protegen la integridad de médicos y personal auxiliar y podríamos dar 100 ejemplos más.
Algo similar ocurrió en Paraguay, que se endeudó por 1,600 millones de dólares para enfrentar esta coyuntura. También allí se cuecen habas, pues surgieron denuncias de compras a empresas fantasma y con sobrevaloración de hasta 10,000% en tapabocas, alcohol, agua, etc.
Esto provocó el inusual gesto político a cargo de la diputada Kattya González, quien remató un vibrante discurso con el contundente mensaje de “¡Basta, carajo, de robar en pandemia!”.
Desde esta columna y ante la singular crisis que afecta con mayor severidad a los más pobres del Perú, recogemos fraternalmente ese clamor y le decimos a gobernantes y funcionarios de todos los niveles del Estado peruano, ¡Basta de robar, carajo! Y ¡Basta también de la desidia e ineptitud de quienes siempre cobran su sueldo a fin de mes, aunque no resuelvan nada! ¡Basta de indolencia! ¡Basta de ofender la dignidad de los peruanos!
Escrito por: Alfonso Miranda, Ex Viceministro de Pesquería de Perú