Los mercados de granos de EE. UU. enfrentan la campaña 2025-26 con una combinación de factores que desafían la estabilidad: una cosecha récord de maíz, abundante oferta mundial de trigo y señales mixtas en soja. Para productores, acopiadores y exportadores, el panorama se presenta con un clima favorable, pero con alta incertidumbre comercial y política.
Analistas citados por Milling & Baking News, publicación hermana de World Grain, coinciden en que los precios del trigo estadounidense se mantendrán en un rango lateral, mientras no se registren problemas productivos ni un repunte sostenido de las exportaciones. El informe WASDE de septiembre del USDA elevó las proyecciones de exportaciones de trigo en 25 millones de bushels, hasta los 900 millones (9% más que en 2024), impulsadas por el buen ritmo de ventas del trigo rojo duro de invierno. Sin embargo, la amplia disponibilidad mundial sigue ejerciendo presión sobre los precios.
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Los embarques desde el Mar Negro —que se habían retrasado— recuperaron ritmo, alcanzando 4,1 millones de toneladas en septiembre, aunque aún un 20% menos interanual. Rusia y Ucrania incrementaron sus estimaciones de cosecha, mientras Australia y Argentina inician su temporada con volúmenes elevados. En el caso argentino, la suspensión temporal de impuestos a la exportación busca dinamizar los ingresos, aunque podría alterar la competitividad en el corto plazo.
“La disponibilidad y la competencia internacional se han fortalecido”, explicó Erin Nazetta, directora de investigación agroalimentaria en Broadview Capital Holdings. “Ya no hay un indicador claro de que las exportaciones estadounidenses necesiten expandirse mucho más”.
Tras el informe del USDA, los futuros de trigo cayeron ante un incremento de la producción global a 816,2 millones de toneladas, un 2% más que en 2024-25. “El trigo sigue mirando al maíz para orientarse”, agregó Nazetta, destacando que el maíz se mantiene como el piso de precios.
Maíz: la abundancia que desafía los precios
El maíz estadounidense enfrenta el reto opuesto: una producción récord que podría saturar los inventarios. Aunque el rendimiento promedio bajó levemente a 186,7 bushels por acre, el USDA proyectó una cosecha total de 16.814 millones de bushels, la mayor desde 1933. Los remanentes finales 2025-26 se elevarían a 2.110 millones, un 60% más que el año anterior, pese al incremento de exportaciones en 100 millones.
El avance de la cosecha en el Cinturón Maicero también genera incertidumbre. A fines de septiembre, solo el 11% había sido recolectado, con reportes de roya del sur y mancha de alquitrán en Iowa. “La presión de enfermedades es la más alta en décadas”, advirtió Patrick Sparks, vicepresidente de Global Risk Management. “El impacto real se verá cuando la cosecha avance al 50%”.
“Estamos ante 1.500 millones de bushels adicionales respecto al año pasado; eso exigirá precios más bajos para generar demanda”, añadió Sparks. Otros analistas, como Alex Norton de Beeson & Associates, prevén precios entre $4,20 y $4,75 por bushel para marzo de 2026.
Soja: el factor incierto
La soja continúa mostrando volatilidad. Tras alcanzar un máximo en junio, los futuros de noviembre bajaron a $9,84/bushel en agosto, para luego estabilizarse entre $10 y $10,60. El USDA estima una producción de 4.301 millones de bushels, 1,5% menos que en 2024, pero con un rendimiento récord de 53,5 bushels por acre.
“La ausencia de China sigue siendo el factor más negativo”, señaló Nazetta. “Sudamérica puede cubrir sus necesidades, pero la dependencia logística de un solo proveedor es un riesgo; tarde o temprano China volverá al mercado estadounidense”.
El aceite de soja también mostró gran volatilidad. Tras el anuncio de la EPA sobre mayores volúmenes de biocombustibles, los futuros subieron 17% en dos días, pero luego cayeron 13% ante nuevos retrasos regulatorios.
Un año de ajustes y cautela
Para los productores estadounidenses, la campaña 2025-26 combina precios del trigo sin impulso, un maíz abundante y una soja pendiente de definiciones en biocombustibles y comercio exterior. Los expertos recomiendan una gestión activa del riesgo, con ventas escalonadas y seguimiento cercano de los informes del USDA y la EPA.
Los mercados de granos de EE. UU. se mantienen, así, en una fase de espera y ajuste, donde cada cifra de producción y cada política comercial podría marcar el rumbo final hacia 2026.