Qali Warma ya fue

Qali Warma ya fue

El Programa Nacional de Alimentación Escolar Qali Warma fue creado en 2012 con el objetivo de garantizar una nutrición saludable a los estudiantes de inicial y primaria de los colegios públicos. Su campaña publicitaria afirma que atiende a más de 4 millones de niños en todo el Perú, en 65,000 instituciones educativas. Para ello, dispone de 1,700 empleados.

En 2025, este organismo le costará a todos los peruanos 2,400 millones de soles. Desde julio de 2021, ha tenido cinco directores ejecutivos, lo que refleja la volatilidad de la burocracia nacional. Claro que estos funcionarios han disfrutado de la mejor vista de Lima, en uno de los más exclusivos y lujosos edificios de oficinas de todo el país. Tal vez por ello no se enteren cabalmente de las decenas de denuncias que han convertido a este programa en el estandarte de la ineficiencia y la corrupción.

Sobre ellos han recaído reclamos por recibir alimentos con certificados fraudulentos, entregados por proveedores a los que, a pesar de todo, se les siguió comprando y pagando.

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También se han hecho públicas acusaciones documentadas sobre sobornos a empleados de la institución para ganar licitaciones y esconder deficiencias de los productos entregados a los escolares.

El perverso sistema de adquisiciones y distribución facilita que se paguen precios muy altos por comida de dudosa calidad. Por ello, en muchos casos, se han encontrado comestibles descompuestos, menores pesos que los estipulados, envases con gusanos, trapos y hasta heces de roedores, así como carne de caballo en lugar de carne de res, entre otros.

No alcanzarían las páginas de este diario para relatar los vicios que presenta esta malhadada entidad, que anuncia purgas de algunos funcionarios y una inverosímil reestructuración, pero que deja un tumor pernicioso afectando a quienes deberíamos proteger: los niños más débiles y vulnerables.

Qali Warma ya fue. Es un castillo de arena que se desmorona y una manzana podrida que hiede.

Las reiteradas denuncias reflejan una administración incapaz de priorizar las necesidades de los desvalidos. En lugar de ello, estas irregularidades no solo despilfarran recursos públicos, sino que perpetúan la desnutrición y la desigualdad de oportunidades, dejando a miles de niños expuestos a los efectos devastadores de la inseguridad alimentaria en un sistema que prioriza intereses mezquinos por encima del bienestar infantil.

En este contexto, surge la pregunta: ¿tiene sentido mantener una institución que, aunque concebida con buenas intenciones, ha devenido en un símbolo de ineptitud y deshonestidad? La respuesta es evidente. Qali Warma necesita ser reemplazado por un modelo más transparente y eficiente.


El Estado debe diseñar un nuevo ente que garantice un control estricto en todas las etapas del proceso, desde la adquisición de los alimentos hasta su distribución final. Esto implica implementar sistemas digitales de seguimiento, fortalecer la capacitación de los comités de supervisión y establecer sanciones ejemplares para los responsables de actos ilícitos.

Además, el nuevo modelo debe priorizar la participación de entidades especializadas en nutrición infantil, como organismos internacionales o universidades, que puedan auditar de manera independiente su ejecución.

Los niños del Perú merecen un programa que cumpla con su propósito, sin que sus recursos se dilapiden en beneficio de unos pocos. Qali Warma, en su estado actual, ha fracasado rotundamente. Es momento de decir basta y construir una alternativa que garantice el derecho de los niños a una alimentación saludable y de calidad, con los impuestos que los peruanos entregamos al Estado. La infancia de nuestra patria merece lo mejor y no un foco infeccioso que puede convertirse en un barril de pólvora para el país

Por Alfonso Miranda

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